La fotografía siempre transmite un sentimiento. O debería… Cierto es que a cada uno le llega uno diferente, y cuando éste coincide con el del autor, la sensación para el fotógrafo es como un chispazo. En realidad no es importante. Lo verdaderamente mágico es que tu imagen genere un sentimiento en el espectador, diferente o no del que uno siente al hacer «click click». También es cierto que el fotógrafo pasa por dos o más momentos mágicos con su trabajo fotográfico. Uno, y quizás el más intenso ya que se desarrolla al vivir el momento, donde no solo participa la acción, sino que también existen factores como olores, sonidos… Luego llega el tiempo donde se experimenta la sensación de ver y analizar la fotografía. Momento de expectación, pues el sentimiento que aparece puede ser diferente del que vivimos al realizar la fotografía. En general siempre suele haber una sensación distinta, con más o menos matices. Unas veces nos genera una gran sonrisa y otras una dulce decepción y en algunos casos incluso amarga. Una vez transcurrido el tiempo, la misma imagen puede provocar sensaciones de nuevo diversas, nuevas o similares con matices. Eso es genial, ya que además de revivir el momento vivido, se disfruta otra vez de la escena.
Normalmente a mi me sucede que, pasado el tiempo, las fotografías me inspiran sentimientos. Me invitan a «filosofar». Quizás porque siento que la Naturaleza siempre te enseña, te habla… te envía mensajes de manera sutil, entre líneas.
Esta fotografía tomada en Kruger N.P. es uno de esos casos. Recuerdo que al ver al cocodrilo me invadió una sensación intensa. Cuando avisto un animal siempre me emociono, y más cuando no lo esperas y lo descubres. Su boca abierta, los sonidos de una mañana temprana en Africa, la brisa y ese olor tan particular de la naturaleza salvaje africana me invadieron. Era un «aquí y ahora» y lo maravilloso estaba allí, libre, tranquilo y tremendamente bello, para ser fotografiado. Tras esta fotografía (quizás alguna más), improvisamos un nescafé en la parte trasera del 4×4 sin azucar! (el día anterior y por despiste, unos monitos nos desvalijaron varias provisiones en el bungalow y entre ellas …) comentando la escena y con mucha felicidad en el cuerpo. El sueño se había disipado, y las ganas de más estaban flotando en el ambiente.
Al regresar a Barcelona y hacer lo propio… Descarga de imágenes, visionado, etc… La sensación fue diferente. Un dulce y melancólico recuerdo entremezclado con una mirada más crítica. Revelar la foto y empezar a enamorarte de ella… o no! En este caso me enamoró. Me trasladó al momento, y… Ya no era un «aquí y ahora», ya no había ese nerviosismo, ese ímpetu… Sin embargo la emoción se mantenía viva, aparecía de nuevo el enamoramiento ya no del momento, si no de la fotografía.
Pasados unos años, revisando archivo y sacudiendo buenas dosis de añoranza, reaparece de nuevo esta imagen despertando en mi nuevos sentimientos.
Me gusta la fotografía en general, la documental y la más personal, a pesar de que cada vez me decanto más por esa visión de autor que intenta llegar a todos y despertar ese amor por la fauna, su naturaleza salvaje y por sus diversos habitats. En esta fotografía que os muestro pienso se mezclan ambos aspectos… Un cocodrilo claro y diáfano, y unas ramas que para mi fueron trinchera y plasticidad. Fueron el envoltorio que mostraba un entorno precioso. Pero… A años vista y con la mirada de espectador, mis sentimientos fueron totalmente emocionales. Esas hierbas del primer plano me hicieron pensar en la «Vida», en su sorprendente cambio y su capacidad para movernos por dentro. Se transformaron en fuego que te quema, en vorágine… Luego, aparecían esos verdes que daban serenidad, que refrescaban y que implicaban alivio, estabilidad y libertad, esa libertad de la naturaleza que siempre te reconcilia con tu alma. El cocodrilo con su boca abierta compartió protagonismo con ellas (a fin de cuentas en la «Vida» no hay protagonistas o no debería, todos somos uno…) y pasó a ser, para mi, la representación del ser humano cuando se ahoga en sus pequeños o grande asuntos. Esa boca que toma aire, esa actitud inmóvil… Ese mensaje de -«Cuando todo te queme, cuando no veas claro porque el humo te ciegue… para, mantén la calma y respira. Mira de nuevo y verás los verdes que siempre están, y vívelos, hazlos crecer y hazte uno con ellos…«-
En fin, esta es la historia de una de mis fotografías… Inicialmente se tituló «Air», y ahora la siento con otro título. Esa es parte de la magia de «la Fotografía». Aunque sea una escena que queda atrapada en tu visor, aunque parezca inerte y que refleja un momento concreto, no es así del todo… Ese pedazo de papel, diapo o Raw está vivo para removerte, tanto en el momento de crearla, revelarla como a lo largo de los visionados que le hagas o hagan. La fotografía atrapa la Vida y deja que ésta te hable… Si se lo permites.
¿Quieres?